El cometa Shoemaker-Levy 9, que impactó contra Júpiter en 1994, es el
responsable de que aparezca agua en la atmósfera de este planeta
gigante. El descubrimiento ha sido posible gracias a las observaciones
infrarrojas del telescopio espacial Herschel de la Agencia Espacial
Europea (ESA).
El misterio sobre el origen del agua presente en
las capas más altas de la atmósfera de Júpiter ha sido resuelto con las
observaciones de Herschel. Este observatorio espacial de la ESA ha
aportado pruebas concluyentes que indican su origen por el impacto del
cometa Shoemaker-Levy 9 en julio de 1994.
“Sólo
Herschel ha sido capaz de proporcionar la resolución espectral
necesaria para encontrar el eslabón perdido entre la presencia de agua
en Júpiter y el impacto del cometa Shoemaker-Levy 9”, explica Thibault
Cavalié, del Laboratorio de Astrofísica de Burdeos y autor principal del
estudio que publica Astronomy and Astrophysics.
Durante
la colisión, una cadena de 21 fragmentos del cometa se precipitaron
sobre el hemisferio sur de Júpiter a lo largo de toda una semana,
dejando unas oscuras cicatrices en la atmósfera del planeta que fueron
visibles durante varias semanas.
El Observatorio
Espacial Infrarrojo de la ESA, lanzado en 1995, fue el primero en
detectar y estudiar la presencia de agua en las capas más altas de la
atmósfera de Júpiter. Por aquel entonces ya se presentó la hipótesis de
que el agua podría proceder del cometa Shoemaker-Levy 9, pero faltaban
pruebas que la respaldasen.
Los científicos
fueron capaces de excluir un origen interno, como por ejemplo vapor de
agua procedente de capas más bajas de la atmósfera del planeta, ya que
el vapor no es capaz de atravesar la ‘trampa fría’ que separa la
estratosfera de la capa visible de nubes en la troposfera de Júpiter.
Una espera de 15 años
Por
lo tanto, el agua en la estratosfera joviana tenía que proceder del
exterior. Pero hubo que esperar 15 años para poder determinar su origen,
hasta que Herschel utilizó sus sensibles ojos infrarrojos para estudiar
la distribución horizontal y vertical de la huella química del agua en
Júpiter.
Sus observaciones determinaron que
había entre 2 o 3 veces más agua en el hemisferio sur de Júpiter que en
el norte, con la mayor parte de ella concentrada cerca de los lugares
donde había impactado el cometa en 1994. Por otra parte, el agua sólo se
encontraba a gran altitud.
“Según nuestros modelos, un 95% del agua en la estratosfera de Júpiter procede del impacto del cometa”, subraya Cavalié.
Otra
posible fuente de agua sería una lluvia continua de pequeñas partículas
de polvo interplanetario. Pero, en este caso, el agua debería estar
distribuida de forma uniforme en todo el planeta y se tendría que haber
filtrado a cotas más bajas.
Por otra parte, se
pensó que una de las lunas de hielo de Júpiter podría haber aportado
agua al planeta a través de un gigante chorro de vapor, como muestran
las observaciones de Herschel de la luna Encélado. Esta hipótesis
también ha sido descartada, ya que ninguna de las lunas jovianas se
encontraba en el lugar apropiado para aportar agua con la distribución
observada.
La colisión del cometa con Júpiter
fue la primera observación directa de una colisión fuera de nuestro
propio planeta. Fue seguido en directo por astrómonos aficionados y
profesionales de todo el mundo con la ayuda de telescopios en tierra y
con el observación espacial Hubble (NASA-ESA).
En SINC
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